El silencio ha sido siempre utilizado por la Santa Madre Iglesia como uno de los pilares fundamentales para todas las Órdenes Religiosas. Y como un castillo defensor para la unión con Dios. Démosle en nuestra Obra una importancia de primer orden.
El fin del silencio es hacer el vacío interior para llenarlo de Dios.
Guardemos el mayor silencio, evitando toda palabra inútil, hablando sólo lo relacionado con nuestros trabajos y deberes.
Utilicemos en nuestras palabras un tono bajo, de modo que nunca molestemos a nuestras Hermanas en su recogimiento interior, transformando nuestra casa en un templo.

(Constituciones, Parte II-26, art. 1-6)